Por: Guillermo Moreno
El silencio y la oscuridad del escenario se interrumpieron por los acordes de una guitarra y una luz cenital sobre el intérprete
“Yo quiero decir, si puedo pedir, que apartes de mí este cáliz, ya no deseo su amargura, que ahora quema y yo he cambiado y no sé por qué he empezado…”
Una batería se suma a la interpretación, a la que ya se ha incorporado un bajo. La banda entera acompaña ahora la canción, mientras el cantante interpreta con más fuerza y bríos el dialogo que Jesús sostiene con su Padre en el huerto de Getsemaní, que le da el título a esta obra de la ópera rock: Jesucristo Superstar. La gente ovaciona de pie la magistral interpretación”. Este episodio estaba constantemente recorriendo mi cabeza desde que escuché por primera vez la canción Getsemaní en la voz del señor Camilo Sesto. Era tal su voz, su forma de interpretar que captaron inmediatamente mi atención, al igual que la música y la letra. María magdalena se presentaba como una mujer enamorada de Jesús, y el propio Jesús mostraba su lado terrenal, sus miedos, sus dudas acerca del plan de su padre. El espectáculo se adentra en la sicología de Jesús y el resto de personajes desde el punto de vista de su discípulo Judas Iscariote, que es retratado como una figura trágica descontenta con la dirección que ha tomado la doctrina de su maestro, lo cual deriva en un enfrentamiento político y personal entre los dos hombres, que no está reflejado en la biblia.
Esta idea trajo a mi memoria un libro que había leído hacía tiempo y compartía un poco este punto de vista: El hombre que se convirtió en Dios de Gerald Messadie, un periodista científico que ha abordado de forma apasionada el tema de Jesús de Nazaret y quien en su libro plantea que quien halla investigado tanto como él, llegaría a conclusiones parecidas. Su libro habla de un Jesús hombre que tiene una misión importante y un judas con una visión política diferente. Aterrizaba la historia a un plano que yo podía entender. Sin embargo los milagros y las cosas inexplicables hacían presencia sin desvirtuar el hombre de carne y hueso. María magdalena, un amor que quiere ser correspondido, la crucifixión, y un evento político que cambiaría todo. Para Messadie, Jesús no muere en la cruz, aunque lo oculten. El gran final, un Jesús reformado físicamente, sin barba quien va a despedirse de sus discípulos quienes no lo reconocen y huye junto con maría magdalena con quien formaría una familia.
Mientras releía un poco estas ideas que volaban mi cabeza, esta seguía reproduciendo de fondo la canción:
“ Yo tenía fe, cuando comencé, ahora estoy triste y cansado mi camino de tres años, me parece que son treinta y que más puede un hombre hacer….si he de morir, que se cumpla todo lo que tú quieres de mí, deja que me odien, que me claven en su cruz…”
Pensé que semana santa era el mejor pretexto para hacer realidad el interpretarla y recuerdo haberlo propuesto con entusiasmo a mis compañeros de grupo. Todos aceptaron, aunque advirtieron que no había donde tocar esta canción y que el público que asistía en semana santa quería escuchar lo de siempre, salir y divertirse como las vacaciones que son. Algo frustrado entendí que es posible que no tuviera cabida dentro del bajo mundo de la “chisga”, termino que hace referencia, en el argot popular de los músicos, a la música que se hace por fuera del conservatorio para ganarse unos pesos, y quién sabe si la tendría en el culto público que asiste al festival de música religiosa de la ciudad y si hubiéramos podido franquear las vallas que separan esta música de los actos “paganos” con que se describe todo lo que este fuera de las propuestas oficiales. No importaba, quería llevarla a cabo aunque fuera solo una idea mía, aunque entendía la advertencia.
Recuerdo el hastío de niño cuando mis padres me llevaban a las procesiones de semana santa. Un enano que tenía que ser cargado sobre los hombros del papá para alcanzar a ver algo del desfile, maíz saldo y cansancio, perderse entre la multitud. Las imponentes imágenes de cada “paso” que representan la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Jesucristo llevados sobre los cansados hombros de los cargueros. Luego de muchos años consecutivos de asistir sin falta a este ritual de semana santa, las cosas cambiaban a medida que iba creciendo. El enano ya podía ver entre la multitud y ya no iba acompañado de sus padres. Ahora la procesión era con los amigos del barrio caminando hacia el centro de la ciudad entre multitud de personas que querían ubicarse en un buen lugar para ver mejor la procesión. Ya para nosotros, no importaba verlos “pasos” tantas veces vistos. Los ahora adolescentes patojos querían ver las ahora mujeres que habían crecido como nosotros en el mismo espectáculo religioso. Ahora buscábamos entrecruzar miradas, gestos, una actitud de aprobación hacia el otro. En eso se había convertido la semana santa para muchos de nosotros y la gente se ponía sus mejores atuendos y estrenos para salir a las calles esas noches. La semana santa era ahora una vitrina de feromonas en el aire. Eso desde nuestra perspectiva de adolescentes aunque en retrospectiva para muchos hombres y mujeres de todas las edades, era una vitrina igual para exhibir algo más que su fe. Luego de más años de lo mismo la semana santa se había trasladado a la periferia y nunca más volví a una procesión. Ahora, con mis amigos íbamos a bares y diferentes actividades, y evitábamos los tumultos que significaba ir al centro. Y así muchas personas de mi generación y de otras. Mis padres ya no tenían hijos pequeños que llevar a ver las procesiones e imagino que muchos adultos también dejarían de ir o pasarían a ir esporádicamente, mientras otros acudirían puntuales a esa cita de esa semana de abril. Enrollado ya en la música y los bares cada vez más me alejaba de la semana santa como expresión religiosa y me adentraba en el mundo de la noche payanesa, del alcohol, la bohemia y lo que significaba para la mayoría hace muchos años: Vacaciones.
Así entonces, escuchando la para mi majestuosa ópera rock Jesucristo superstar que llego a mis oídos gracias a la voz de Camilo Sesto, reflexioné sobre la necesidad de ponerle un gramo del verdadero sentido de la semana santa y en el repertorio de esas noches, tomar en la canción el rol de Jesús orando en el huerto de Getsemaní, un Jesús que reclama desgarradamente el motivo del porqué entregar su vida, del propósito de su muerte y de querer que se cumpla su destino lo más pronto posible:
“Yo quiero ver, yo quiero ver mi dios
Yo quiero ver, yo quiero ver mi dios
Quiero saber, quiero saber señor
Quiero saber, quiero saber señor
Si he de morir, dime si es porque he de ser mejor, de lo que fui
Dime si mi vida con la muerte he de cumplir….”
El tema de las túnicas era un verdadero estallar de risas cuando era comentado de mi parte al grupo. Les decía que debían llevar túnicas para hacer más creíble la interpretación y aunque yo sabía que no era en serio, en mi forma de decirlo habría algo de lucidez o locura porque después de reír, se quedaban mirándome serios y decían que no se iban a poner sotanas ni nada parecido y menos sandalias. Los ensayos sonaban muy mal. Aunque varios le habían echado un vistazo a la canción, en verdad no se creían del todo que lo fuéramos a hacer. Yo estaba convencido de que quería hacerlo y por si la banda fallaba en su intento, había yo incluido hasta un karaoke que llevaba en una Tablet. Es semana santa pensé yo: ¿ cuándo más habría un pretexto para hacerlo?.
JUEVES SANTO ; JESÚS ORA EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ
Centro comercial Campanario 10 pm
Coriiendo y de afán como siempre. Amigos, conocidos, gente que no asistía a las procesiones y que prefería vivir la semana santa en su periferia, compartía tragos, brindaba y reía
- Este público creo que quiere escuchar cualquier cosa menos una canción de Jesús, pensé. Cuatro tragos después no me acordaba de mi propósito.
VIERNES SANTO: CRUCIFIXIÓN DE CRISTO
Inem 6pm
Recuerdo haber pensado que era mi última oportunidad de tocar esa canción para un público masivo, la Tablet estaba lista por si el grupo se rehusaba o no se acordaba de hacerla. Era viernes ya y la oración en el huerto de Getsemaní sobre el que reza la canción, había sido un jueves. Pero a quien le importaba, la gente ni siquiera sabe bien que día es qué y la cronología bíblica no funciona muy bien con la nuestra. Hasta el domingo de resurrección aún no han pasado tres días y ya se celebra la resurrección. En fin un día más o un día menos, es una canción de rock además, que importa.
El silencio y la oscuridad del escenario se interrumpieron por los acordes de un piano y una luz cenital sobre el intérprete de rodillas y con las manos extendidas:
“yo tenía fe, cuando comencé ahora estoy triste y cansado mis tres años ya son miles porque entonces tengo miedo de que ya todo termine, Dios yo no empecé fue tu voluntad, dame el cáliz de amargura clava azota rompe mata, pero pronto, hazlo pronto o yo me voy a arrepentir.”
El público aplaude de pie la magistral interpretación, Bravo Camilo.
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