miércoles, 14 de mayo de 2014

¡He aquí el hombre!

Por: Eliana Muñoz 
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Santo Ecce Homo de Popayán, listo para el recorrido en procesión hacia el Santuario de Belén, donde permanecerá hasta el siguiente año.

Cada primero de Mayo como un augurio para conseguir, permanecer o mejorar sus trabajos, los hombres de la ciudad de Popayán cumplen su cita para venerar la imagen del Santo Ecce Homo, llevándola en hombros por todo el sector histórico hasta su morada en lo alto del Santuario de Belén, donde a modo de protector y patrón se quedará cuidando a sus feligreses otro año más.

La profunda devoción religiosa de los hombres payaneses se evidencia el primero de mayo de cada año, cuando sin importar estratos, razas o distinciones, se congregan para venerar al “amito”, como cariñosamente le dicen a la imagen del Santo Ecce Homo.

El comercio gira alrededor del evento, las calles del centro de la ciudad están cerradas, y se vislumbran puestos improvisados de velas amarillas y grises de todos los tamaños y precios en cada esquina, ya que es costumbre alumbrar en la procesión, como una expresión simbólica de su fe.

Los hombres de mayor edad, llevan en sus manos el tradicional ‘achón’, que es un velón de gran tamaño, el cual es usado a modo de amuleto representativo del fervor religioso que se transmite de generación en generación.

Esta procesión es diferente a las que experimenta la ciudad en Semana Santa, dado que cuenta con un grupo específico de organizadores denominados “Junta Pro Culto al Santo Ecce Homo de Popayán”, quienes se encargan de la manutención de la imagen durante todo el año, al igual que organizan y seleccionan cuidadosamente a sus cargueros y demás personajes activos del recorrido.

Ciertamente, es una procesión que no hace distinciones sociales, pero en una ciudad conservadora como Popayán, estas distinciones se hacen evidentes sin necesidad de dividir por grupos a las personas.

Se ve por ejemplo, a varios conjuntos de familias, cada una con diferentes estilos de velas para alumbrar, que varían según sus recursos, al igual que la forma como se han vestido para la ocasión, así se evidencia entonces a ciertos hombres con traje formal sin importar el calor de la mañana, mientras que otros, quizás por la edad, visten jean y camiseta.

La procesión avanza, sin oraciones, sin risas, sin cánticos, las personas hablan en voz baja, para no incomodar a los demás. El calor no es un impedimento, pues es interpretado como una bendición en un clima variable como el de Popayán, además para algunos que asisten por primera vez, resulta admirable ver tal cantidad de hombres con velas encendidas unidos con un sólo fin: encomendar sus trabajos.

¡He aquí el hombre!, es lo que traduce el latín de Ecce Homo, pero pocos nativos payaneses lo saben, pues se han acostumbrado a pasar entero la trascendencia de las palabras, aquí no se cuestiona el porqué de cada acto, sencillamente se siguen órdenes y se vive feliz de esa manera, pues es bien conocido el dicho: ¿A dónde va Vicente?, a donde va la gente.

La imagen va precedida por bandas instrumentales de algunos colegios, que casi como un castigo tocan sin parar con ropa de paño hasta el cuello y el sudor penitente derramándose sobre sus cabezas. La larga caminata termina en lo alto del Santuario de Belén, las velas gastadas han dejado los restos alrededor del centro de la ciudad como un certificado de que la procesión fue un éxito y todos terminan con sus conciencias tranquilas esperando a que en el año, el “Amito” los acompañe en el trabajo.

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