viernes, 20 de junio de 2014

El deporte que no es deporte

Por Javier Ortega


Dos hombres han recorrido el país gracias al billar. Uno, siete veces campeón nacional y cuarto a nivel mundial. El otro, realizando el mantenimiento a los clubes de billar más importantes de Colombia. ¿Qué buscan? Darle el título que le ha sido negado: deporte que exige gran habilidad mental y física. 



El mesero anota en el tablero la hora de inicio: 03:50pm. Enseguida anota también un tinto y una botella de agua que pidió Orlando, uno de los jugadores. La partida de billar es aceptada. Arley solo mira. Es viernes en la tarde y no hay ninguna mesa libre en el Génesis, una academia de billar en el centro de la octava en Popayán. Camuflada entre almacenes de ropa y boutiques ha permanecido por más de 40 años. Hoy, una vendedora de dulces custodia la entrada.


En las esquinas del amplio salón, los parlantes reproducen Piel Canela de Bobby Capó y la Sonora Matancera, la acompañan grandes carcajadas, algunas palabrotas y el sonido del limado de las suelas de los tacos. Todos juegan. Orlando, un médico del Hospital San José, abre el 83, su casillero. De él saca una funda negra con múltiples bolsillos. Se enfrentará al Ingeniero, como es llamado su contrincante en un chico de Tres bandas, la modalidad reina del billar. Arley saca de la funda la culata (parte más gruesa del taco) y la flecha para darle vida a un taco Hanbat ganado en un rifa con el número 59 y que era de su novia, quien no quiso jugar más. Orlando espera mientras su taco es armado. También pide un caucho para proteger como dice él, su sable de madera. No sabe por cual color decidirse, el morado es descartado.

La partida inicia. Se apostarán $50.000 y lo que consuman los patos. La de hoy será una pequeñísima apuesta, pues en el  Génesis se han llevado chicos de dos y tres millones de pesos. Tres bolas, una roja, otra naranja y una blanca corren ya en la mesa. El rito de la preparación da inicio. Guantes, tizas y un sorbo de tinto componen la triada ganadora. Para determinar quien sale primero, los jugadores tiran, a la misma vez, una bola. La que alcance mayor distancia le dará al jugador la posibilidad de iniciar. En este caso, el Ingeniero tiene el turno de primero. Arley sigue mirando desde cerca.

—Delante del maestro no puedo quedar mal -dice Orlando, mientras trata de pensar en una jugada. Él se ve bastante joven en relación a los demás jugadores del lugar. Su preocupación es quedar como una ‘‘chucha’’ delante de Arley, a quien todos llaman el "maestro". Él solo sonríe simpáticamente con sus brakers relucientes mientras continua observando. Don Carlos, don Roberto, el médico y un hombre de corbata verde coinciden en afirmar que no hay mejor jugador en Popayán e incluso en el Cauca que Arley Galeano

04:26 de la tarde. El marcador va 4-2 en un chico programado hasta 25 puntos. Ambos jugadores buscan con cada tiro la mirada aprobativa de su maestro. Arley, siete veces campeón nacional de billar, se levanta de la silla ante un indicio de duda en una jugada por parte de sus pupilos. -Venga les enseño un movimiento- dice desenfundando celosamente su taco. El billar le ha permitido recorrer el país y viajar al extranjero, su último torneo fue en España donde quedo cuarto a nivel mundial. 

Infografía: Diario La Opinión




















Ni Arley, ni Orlando tampoco el Ingeniero saben que la mesa en la cual están jugando fue desarmada en su totalidad en la mañana. Las bandas fueron colocadas en el piso y el paño que cubre la mesa fue retirado. Jaime Buriticá estuvo en Génesis a eso de las 10. Venía de Cali. Al igual que Arley, ha recorrido el país pero haciéndole mantenimiento a las mesas, desarmándolas. - Lo importante del billar es conservar la reputación como deportista y como persona-, dice Jaime mientras pule el paño. También fue un gran profesional en ese deporte desconocido llamado Billar.


***
En un rancho de paredes blancas y balcones que dan hacía la Catedral, Génesis Arias fundó el club de billar que aún conserva su nombre. Lo hizo, durante el auge que tuvo el billar en Popayán en los años 70’s. A pesar de su origen noble en las cortes francesas, el billar se ha relacionado comúnmente con actividades ilícitas, mal vistas y poco productivas. No se tiene claro en esta ciudad la concepción del billar como actividad deportiva. Nadie se ha detenido a pensar en los altos grados de concentración y técnica que exige manipular un taco y golpear una bola. Ciencias como la física se hacen presentes en el juego. Efectos, direcciones y fuerzas lo hacen un deporte de mucha práctica y estudio,  equiparable al ajedrez. 

Mediante la resolución 002294 del 16 de noviembre de 1995 el billar obtiene su título oficial como deporte al ser reconocido por Coldeportes Nacional y por autoridades competentes como el Comité Olímpico Colombiano. Sin embargo, pese a los esfuerzos de librarlo de ser un pecado a tres bandas, en Popayán, el billar sigue sin reconocerse como deporte.

La situación de otros deportes en la ciudad y el departamento es también crítica. No hay una preocupación por incentivar la actividad deportiva y mucho menos apoyar a deportistas establecidos. Arley lo sabe muy bien. Para competir a nivel nacional tuvo que inscribirse en la liga del Valle y competir por ese departamento. La huida a otras ligas ante las frustraciones también la realizan futbolistas, patinadores, baloncestistas, entre otros.

0 comentarios:

Publicar un comentario