Por Javier Ortega
Dos hombres han recorrido el país gracias al
billar. Uno, siete veces campeón nacional y cuarto a nivel mundial. El otro, realizando
el mantenimiento a los clubes de billar más importantes de Colombia. ¿Qué
buscan? Darle el título que le ha sido negado: deporte que exige gran habilidad
mental y física.
El mesero anota en el tablero la hora de
inicio: 03:50pm. Enseguida anota también un tinto y una botella de agua que
pidió Orlando, uno de los jugadores. La partida de billar es aceptada. Arley
solo mira. Es viernes en la tarde y no hay ninguna mesa libre en el Génesis,
una academia de billar en el centro de la octava en Popayán. Camuflada entre almacenes de
ropa y boutiques ha permanecido por más de 40 años. Hoy, una vendedora de
dulces custodia la entrada.
En las esquinas del amplio salón, los
parlantes reproducen Piel Canela de Bobby Capó y la Sonora Matancera, la acompañan
grandes carcajadas, algunas palabrotas y el sonido del limado de las suelas de
los tacos. Todos juegan. Orlando, un médico del Hospital San José, abre el 83, su
casillero. De él saca una funda negra con múltiples bolsillos. Se enfrentará al
Ingeniero, como es llamado su contrincante en un chico de Tres bandas, la
modalidad reina del billar. Arley saca de la funda la culata (parte más gruesa
del taco) y la flecha para darle vida a un taco Hanbat ganado en un rifa con el
número 59 y que era de su novia, quien no quiso jugar más. Orlando espera
mientras su taco es armado. También pide un caucho para proteger como dice él,
su sable de madera. No sabe por cual color decidirse, el morado es descartado.
La partida inicia. Se apostarán $50.000 y lo
que consuman los patos. La de hoy será una pequeñísima apuesta, pues en el Génesis se han llevado chicos de dos y tres
millones de pesos. Tres bolas, una roja, otra naranja y una blanca corren ya en
la mesa. El rito de la preparación da inicio. Guantes, tizas y un sorbo de
tinto componen la triada ganadora. Para determinar quien sale primero, los
jugadores tiran, a la misma vez, una bola. La que alcance mayor distancia le
dará al jugador la posibilidad de iniciar. En este caso, el Ingeniero tiene el
turno de primero. Arley sigue mirando desde cerca.
—Delante del maestro no
puedo quedar mal -dice Orlando, mientras trata de pensar en una jugada. Él se
ve bastante joven en relación a los demás jugadores del lugar. Su preocupación
es quedar como una ‘‘chucha’’ delante de Arley, a quien todos llaman el "maestro". Él solo sonríe simpáticamente con sus brakers relucientes mientras
continua observando. Don Carlos, don Roberto, el médico y un hombre de corbata
verde coinciden en afirmar que no hay mejor jugador en Popayán e incluso en el
Cauca que Arley Galeano.
04:26 de la tarde. El
marcador va 4-2 en un chico programado hasta 25 puntos. Ambos jugadores buscan
con cada tiro la mirada aprobativa de su maestro. Arley, siete veces campeón
nacional de billar, se levanta de la silla ante un indicio de duda en una
jugada por parte de sus pupilos. -Venga les enseño un movimiento- dice
desenfundando celosamente su taco. El billar le ha permitido recorrer el país y
viajar al extranjero, su último torneo fue en España donde quedo cuarto a nivel
mundial.
Infografía: Diario La Opinión |
Ni Arley, ni Orlando tampoco
el Ingeniero saben que la mesa en la cual están jugando fue desarmada en su
totalidad en la mañana. Las bandas fueron colocadas en el piso y el paño que
cubre la mesa fue retirado. Jaime Buriticá estuvo en Génesis a eso de las 10.
Venía de Cali. Al igual que Arley, ha recorrido el país pero haciéndole mantenimiento
a las mesas, desarmándolas. - Lo importante del billar es conservar la
reputación como deportista y como persona-, dice Jaime mientras pule el paño. También fue un gran profesional en
ese deporte desconocido llamado Billar.
***
En un rancho de paredes
blancas y balcones que dan hacía la Catedral, Génesis Arias fundó el club de
billar que aún conserva su nombre. Lo hizo, durante el auge que tuvo el billar
en Popayán en los años 70’s. A pesar de su origen noble en las cortes
francesas, el billar se ha relacionado comúnmente con actividades ilícitas, mal
vistas y poco productivas. No se tiene claro en esta ciudad la concepción del
billar como actividad deportiva. Nadie se ha detenido a pensar en los altos
grados de concentración y técnica que exige manipular un taco y golpear una
bola. Ciencias como la física se hacen presentes
en el juego. Efectos, direcciones y fuerzas lo hacen un
deporte de mucha práctica y estudio, equiparable al ajedrez.
Mediante
la resolución 002294 del 16 de noviembre de 1995 el billar obtiene su título
oficial como deporte al ser reconocido por Coldeportes Nacional y por
autoridades competentes como el Comité Olímpico Colombiano. Sin embargo, pese a
los esfuerzos de librarlo de ser un pecado a tres bandas, en Popayán, el billar
sigue sin reconocerse como deporte.
La
situación de otros deportes en la ciudad y el departamento es también crítica.
No hay una preocupación por incentivar la actividad deportiva y mucho menos
apoyar a deportistas establecidos. Arley lo sabe muy bien. Para competir a
nivel nacional tuvo que inscribirse en la liga del Valle y competir por ese
departamento. La huida a otras ligas ante las frustraciones también la realizan
futbolistas, patinadores, baloncestistas, entre otros.
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